Por una cultura libre, todos contra la "Ley Sinde"

No al cierre de webs

jueves, 11 de marzo de 2010

Las tres formas.

-"Un atentado se ha llevado la vida de cuatro soldados...
El gobierno tomará medidas para..."
-"...El equipo local pierde por goleada.
Unos disturbios en la ciudad cortan el tráfico en..."
-"Y pasamos al tiempo...
Mañana: lluvia... Las temperaturas descienden de..."


El sonido de fondo del televisor en esta casa era ya tan común como el de los pájaros en la calle, y el único habitante de dicho hogar lo escuchaba con la misma atención. Poco le preocupaba quien muriera lejos de allí, el deporte y sus consecuencias o cualquier cambio en la meteorología. Poco le importaba que ocurriera tras las cuatro paredes que le rodeaban, y, entre ellas, no ocurría nada. Hacía una semana que ella había muerto, pero para él había pasado ya una infernal eternidad. Comía poco, dormía poco, había desconectado el teléfono e ignoraba el timbre de la puerta. Estaba solo. Las lágrimas aun se notaban en su rostro, lágrimas que en silencio se le escapaban de los ojos y bajaban lentamente por sus mejillas.

Apagó la televisión y volvió a su dormitorio. Tenía la cama deshecha y un montón de ropa desperdigada por el suelo. Toda su ropa. Hace tan solo nueve días había estado ahí, tumbado con ella, comentando anécdotas del trabajo antes de dormir, planeando el fin de semana... que nunca llegaría. Se tumbó y cerró los ojos.

Quizás durmió cinco minutos, quizá algo más, pero no mucho más. Caminó de nuevo hacia el salón, sumergido en sus pensamientos.

En el trabajo siempre se había sentido apreciado, pero sabía que no volvería. Probablemente algunos de los visitantes que había rechazado eran compañeros de la oficina. Pero eso le daba igual. No tenía intención de volver a ver a ninguno de ellos. No…

Trabajaba en una oficina de marketing, y su puesto requería creatividad, una nueva idea cada día. No tendría sentido ir, ahora que se le habían acabado las ideas. Desde que ella falleció solo había una idea en su cabeza. Una idea… con tres formas diferentes: la muerte.

Primero estaba la muerte que ella había sufrido. Un tiro en la cabeza. Nadie podía tener motivos para hacerlo y no había testigos. La policía había estado en su casa. Al resistirse a abrir la puerta sospecharon de él y le habían hecho un montón de preguntas absurdas. Tenía coartada, y todo el mundo podría afirmar que la relación entre ellos era excelente, pero la policía no tenía otro sitio de donde tirar y le aconsejaron que no abandonara la ciudad. No había más sospechosos. La huella que el cañón había hecho sobre la bala disparada no estaba registrada y tampoco había sido encontrada el arma. Un trabajo limpio que la policía acabaría archivando.

La segunda forma era el suicidio. Era fácil acabar con su vida, muy fácil. Y sería el fin del sufrimiento, sería el fin de todo, pues tenía muy claro que no habría absolutamente nada más cuando terminara esta vida. Pero no era el miedo lo que le impedía llevar a cabo su muerte. No. Era la tercera forma:

La venganza.

1 comentario: